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EL MALDITO DE LA CUEVA: EL MALDITO SALE DE LA CUEVA

Vlad Tepes -
A petición de mi compadre Carlo Gallucci, voy a salir de mi oscura morada habitual una vez cada mes a ver si me da el sol un poco, que falta me hace. Espero, por tanto, que a lo largo del período de tiempo que irá entre salida y salida de mi cueva, tenga la oportunidad de recibir vuestras opiniones, cosa que os agradecería, ya que los monólogos pueden resultar tediosos. Y dicho esto, una pregunta: ¿le estará dando la demencia senil a Elton Jonh? Mira que lo admiro, que me parece uno de los pilares fundamentales de la música pop y espejo en el que se han mirado multitud de artistas del último tercio del siglo pasado, pero, insisto, ¿le estará atacando la demencia? ¿donde está el glamour ese demostrado a lo largo de cientos y cientos de conciertos con ese vestuario tan abigarrado como epatante? ¿qué tiene que ver eso con el chándal ese que vestía mientras increpaba a los paparazzi que le asediaban en el aeropuerto de Taiwan y que le hace parecer la cerdita Peggy? Que ya tenemos una edad y unos kilos, es cierto, todo el mundo puede verlo, pero resulta patético contemplar cómo quien en otro momento aparecía impecable hoy confunda los pasillos de un aeropuerto con los de su casa, que no digo yo que cada uno no pueda ir como le dé la real gana, simplemente, que el contraste entre una imagen y otra puede dañar las retinas de los más sensibles. Luego se metió con Madonna. No voy a defender yo ahora a Madonna, porque me ha parecido siempre como esos coches destartalados cuyos dueños piensan que a base de ponerles pegatinas por todos lados va a parecer un testarossa, pero quizás no era el sitio ni el momento, ¿no? Ya sabemos que la Italo-americana no posee uno de los directos más alucinantes y que el play-back está a la orden del día, pero yo no le vi nunca decir algo parecido cuando lo de Billy & Vanilly, os acordáis de aquellos dos, que parecían una mutación entre Locomía y Cher? De las locuras de la adquisición de un equipo de fútbol, sus colecciones de sombreros y gafas, ha pasado ahora a la carrera frenética cuesta abajo, de culo y sin frenos que suponen las rarezas que dejan asomar cierta demencia, digo yo, y mira que lo admiro.     
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