El combustible del hambre.

2 de agosto de 2007
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 La Unión Europea pretende quehasta 2010 los países miembros añadan el 5,75% debiodiesel en sus combustibles tradicionales, y para 2020 el 20%. LosEstados Unidos también decidieron sustituir el 10% de sugasolina con etanol para 2010. Bajo estas“ecológicas” decisiones, insistencias,hay un nuevo y rentable mercado, en el que las grandesenergéticas, biotecnológicas yquímicas ya tomaron posiciones de monopolio futuro, y unmiedo terrible a una crisis del petróleo que ya se huele,pues las reservas podrían agotarse en 50 años.

(JPG) Por otro lado, los Estados Unidos tratantambién de apartarse de su dependencia delpetróleo de países del “eje delmal”, como Venezuela y esos del Oriente que ellos mismosdesestabilizan diariamente, tratando de proponer a gobiernosneoliberales como el brasileño una especie de OPEP de losbiocombustibles, como afirma Eric Holtz-Giménez en Le MondeDiplomatique de junio. Geopolítica pura.

 Los biocombustibles –menosengañoso es agrocombustibles– proceden deplantaciones de cereales, caña de azúcar y palmaaceitera, entre otras, por lo que las necesidades de superficie agrariapara cumplir esos objetivos son impresionantes. Muchoscientíficos dicen que la Unión Europeadebería movilizar el 70% de sus tierras de cultivo y losEstados Unidos el 121%. Más del que legalmente–sin invasiones militares– tiene. Como prescindirde tierras para producir alimentos de personas y animales es imposible,la solución será la de siempre, el Sur.Pensarán que allá abajo la gente estáacostumbrada al hambre, a la explotación en lasplantaciones, a engrosar las listas de refugiados por las invasiones detransnacionales paramilitarizadas y a los desastres ambientales.

 Nuevo engaño pues para los deaquí arriba. A lo mejor es cierto que los agrocombustibles aproducir en Europa podrían valorizar tierras inmovilizadaspor la política agraria común, ytambién convertir a labradores que producen excedente dealimentos –paradojas de lo global– en agricultoresenergéticos. Pero sabiendo de la codicia de este capitalismoque nos aturde, la cosa no va a parar ahí, y el riesgo parala soberanía alimentaria de los habitantes del planeta, queno somos sólo nosotros, para el acceso a los alimentos–demostrado esto ya con las subidas del precio delmaíz en México– o para los bosquestropicales horroriza. Agrocombustibles sí, pero en las manosde los labradores y de la sostenibilidad de las explotaciones, no delas empresas. Para lo del CO2, por ahora sólo nos quedanahorro y eficiencia.

  • Manoel Santos. Director de www.altermundo.org y del suplemento en prensa Altermundo, de Galicia Hoxe.

    

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