El calvario de las ‘maras’:Pandillas callejeras y juramentos de sangre.

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Las “maras” son grupos organizados de adolescentes y jóvenes que a través de la violencia, el robo, el secuestro,…implantan la ley del miedo, de la inseguridad y del temor en la población. He escuchado que una de sus máximas es que por cada marero secuestrado o ultimado tienen que surgir treinta nuevos. Estas pandillas utilizan un lenguaje, un vestuario y unos signos propios. Atemorizan a las personas, viven la ley del más fuerte, incluso dentro de los presidios, son capaces de matar por cualquier cosa, buscan la manera de hacer dinero fácil, se sienten poderosos, no les asusta dar la vida por su “mara” y hasta llegan a  matar a la propia madre para ser el jefe de la pandilla.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Tienen organizado sus reclutamientos. La atracción hacia estos grupos puede estar comenzando a los 10 años. La incorporación a los 13 y la plena participación a los 16. Los adolescentes que ingresan en las “maras” proceden, en la mayoría de los casos, de familias desajustadas; han tenido que soportar paternidades irresponsables. Son hijos  e hijas que han sido abandonados, que tempranamente se hicieron hijos de la calle, pegados al pegamento, nacidos y crecidos con abundantes privaciones, desmotivados para el estudio apenas pisaron la escuela y rápidamente tuvieron la única calificación: inadaptados. Sus comportamientos son agresivos y delictivos. Estigmatizados, están formados por redes potentes que tienen a los más jóvenes como ejecutores de los caprichos de quienes ven aumentar cada día un capital a costa del abuso y del engaño, del fraude y de la mentira, utilizando a estos jóvenes como si fueran marionetas movidas por el vil dinero y preparadas para matar. El crimen organizado es un coloso financiero que se convierte en un pulpo que atrapa estas tiernas edades que veneran cada día más el dinero y quedan cegadas por la ambición y la codicia.

En todos los pandilleros se encuentran vacíos afectivos. Han vivido llenos de pobrezas y, de repente, se sienten con poder, con dinero, con capacidad de intimidar a la sociedad, de desquitarse de las desgracias que han sufrido. Pronto adquieren un protagonismo morboso, se sienten héroes diabólicos, dueños de la calle, gigantes poderosos con capacidad de destrucción. Estas pandillas callejeras  siguen creciendo y no está resultando fácil combatirlas, rehabilitarlas, orientarlas en la dirección correcta. En las últimas décadas han pasado de ser un problema local a una crisis nacional y los primeros brotes de estas “maras” ya han llegado a Madrid, Barcelona, Paris y otras ciudades europeas.

Han pasado quince años desde que vine la primera vez a Honduras. Entonces todo era más tranquilo y seguro. Ahora todo se ha vuelto más caótico. Cuando la tarde va cayendo ya no es aconsejable estar o pasear por algunos barrios de la ciudad y por algunas colonias de alrededor. Incluso a cualquier hora y en cualquier lugar puedes ser objeto de un robo, un susto monumental, una bala perdida. Desgraciadamente es frecuente escuchar que han baleado a una persona en tal barrio, calle o colonia. Es peor aún acostumbrarse a estas noticias y hacerlas pan de cada día. Se puede llegar a hacer normal la anormalidad y no protestar por nada.

En todo el territorio hondureño operan las temidas y rivales bandas “mara” Salvatrucha (MS) y la “mara” 18. Ambas cuentan con un buen  número de seguidores, de pandilleros, de allegados. Uno de los cabecillas de la “mara” 18 fue capturado en el mes de Agosto en la colonia La Planeta. A ella acudo todos los domingos a las cuatro de la tarde para celebrar la eucaristía. En dicha colonia vive Laura, mujer y madre fuerte, coherente, creyente y muy comprometida con toda su colonia y comunidad católica. Lleva muchos años como catequista y animadora de los grupos parroquiales. Hace de enlace con la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en La Lima en la que también participa activamente en distintas actividades sociales y pastorales. Ella me hace llegar la noticia dramática que está viviendo su colonia en estos días, el sin sentido de muchos jóvenes que no tienen empleo y están enganchados a las pandillas. Me relata los sucesos acaecidos con la muerte del último marero, con la difícil convivencia entre los vecinos, con el drama que están pasando tantas familias que han perdido seres queridos, y las campañas de insultos y de promesas incumplidas de tantos políticos para resolver distintos problemas que tiene La Planeta. Ella marca la diferencia porque ama sin límites, intercede por todos, está atenta a las necesidades de las personas y se sacrifica incondicionalmente por su familia y su comunidad católica.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Ante estas realidades no resulta nada fácil convivir y nada fácil evangelizar. Y en estos contextos de crueldad y violencia irracional son muchos los que se lanzaron desenfrenadamente al relativismo, al “todo vale”, a la consecución de dinero rápido quitando a otros la vida. El camino para  pacificar las relaciones humanas resulta costoso, casi imposible. A pesar de ello, Laura no pierde la esperanza, resiste, cree, se mantiene en la lucha sin otras armas que la oración, la valentía y el diálogo con todos. No abunda en el confort; al contrario, su casa y toda su familia son austeras, gozan de lo esencial: el cariño entre todos, el trabajo honesto y la nobleza de corazón. Esta madura madre sufre por su colonia porque la ama, la ve atemorizada, llena de distanciamientos, y algunos días alfombrada por la sangre joven derramada por un marero, un policía o cualquier persona. Ella también se pregunta: ¿cuándo volverá la tranquilidad? ¿cuándo desaparecerán las persecuciones, las muertes, los asaltos y las amenazas? ¿cuándo los jóvenes podrán tener garantizado su trabajo y su futuro? Ella también sabe lo que es tener un hijo que se va acercando a los 26 años y que ha estado sin trabajo y en muchos momentos desorientado y perdido. A pesar de todas las adversidades, ella no deja de hacer el bien y seguir esperando en Dios. Personas como ella evangelizan “a tiempo y a destiempo” y nos dejan una huella de amistad, de bienaventuranza y fidelidad en la lucha de cada día.

Este calvario parece no tener fin. La delincuencia, las pandillas, los mareros le están ganando la batalla al gobierno que aparece impotente y rendido ante la extensión de esta plaga. Los medios policiales y judiciales no han logrado los resultados esperados. Se perpetúa el círculo de la violencia. El problema afecta a todas las zonas del país, a todas las colonias, a las áreas rurales y urbanas. En la misma ciudad de San Pedro hay barrios sumamente peligrosos. Trabajadores que vienen por la noche a sus casas son asesinados, las mujeres violadas, hombres y mujeres dejados a merced de los grupos pandilleros que constituyen una severa amenaza a la seguridad de la población. El vandalismo se ha hecho salvaje y la situación incontrolable. Mientras tanto, una parte de la sociedad se vuelve apática y otra se toma la justicia por su mano.

El daño que los “mareros” hacen  adquiere una enorme extensión y dolor. Algunos datos de esta triste realidad nos lo ofrecen los medios de comunicación. “En Honduras existen 30.000 pandilleros. En Guatemala 20.000. El Salvador 10.500. En Nicaragua se están iniciando. Las autoridades hondureñas han tenido información de que pandillas de este país estarían abasteciéndose de metralletas AK-47 procedentes de Guatemala. Víctor Soto, expresó que “hay intercambio de información entre pandillas; así como nosotros nos reunimos para combatirlas, ellos se reúnen para delinquir” (Tiempo, Viernes 15 Julio de 2005).

“Las autoridades militares y policiales persiguen en los barrios y colonias de las ciudades a los miembros de las pandillas Mara Salvatrucha (MS) y Mara 18 (M-18) a quienes reconocen por sus tatuajes en el cuerpo y por los símbolos de ambas organizaciones; pero ya no se les encuentran porque se han borrado los tatuajes y ya no se están tatuando y tienen nuevas estructuras organizativas, incluso a nivel virtual” (La Prensa , 10 de Julio de 2005).

“La humilde señora Margarita Núñez Carrasco ha sufrido la pérdida de dos hijos en menos de dos meses a manos de pandilleros” (Tiempo, Lunes 22 de Agosto de 2005)

“Un pandillero apodado “El Zorro”, que supuestamente tenía varios delitos en su haber, murió en el Hospital escuela a consecuencia de los disparos que le infirió otro presunto marero rival en la colonia 21 de Febrero de Comayagua” (Tiempo, Miércoles 13 de Julio de 2005)

“Un estudiante de la carrera de Bachillerato en Computación del Instituto Tridentino murió ayer de un disparo en la cabeza, inferido por un asaltante que le quiso robar el celular” (Tiempo, Lunes 15 de Agosto de 2005).

“Muere mujer apuñalada en parada de bus” (Tiempo, Domingo 21 de Agosto de 2005)

“La policía realizó registros en buses y viviendas, luego de que los dos policías de la Rivera Hernández fueran muertos por dos mareros de la MS y un simpatizante que los acompañaba” (El País, 9 de Julio de 2005)

“Mareros peligrosos cayeron en un operativo ejecutado por la policía en S. Pedro Sula. La operación concluyó con 33 detenidos, 2 pistolas y 21 automóviles decomisados” (La Prensa, Sábado 20 de Agosto de 2005)

“Siete miembros de la Mara Salvatrucha (MS) involucrados en diferentes delitos, fueron capturados en un operativo entre agentes Cobras y de la Dirección de Investigación Criminal” (La Prensa,  Martes 12 de Julio de 2005)

La frustración ciudadana crece al ver como los jóvenes “mareros” han asumido en carne viva el perverso placer de destruir, de matar. Aquí matan cuando asaltan, matan dentro de las cárceles, matan a los que les caen mal, matan a los de las otras pandillas, matan a los que no pertenecen a ninguna pandilla, matan a los policías, matan a las mujeres, matan por placer, por enemistades, por salirse de la “mara”, por robar un celular…Y muchas de estas muertes están llenas de una crueldad inimaginable. El tren de la muerte hace tiempo inició su viaje y a él se han subido muchos. Esperemos que algún día lo podamos detener.

    

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