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Educar ante la crisis

Xavier Garí de Barbarà -

Todo momento es propicio para educar, porque educar es aprender a vivir lo más preciado que tenemos, que es la vida, y aprenderla a vivir con uno mismo (que es más difícil de lo que parece decirlo) y también a vivir con los demás (que tampoco es nada sencillo).

En el mundo y en concreto en nuestro país nos ha tocado un período de crisis económica, política y social (y que arrastra ya décadas de crisis moral, hay que decirlo), que hay que aprovechar como elemento educativo.

Es importante mostrar a los estudiantes que:

  1. “Nuestra” crisis es vivida desde hace siglos por muchos millones de personas de todo el mundo que viven en unas circunstancias de pobreza y miseria que nunca alcanzamos el Norte, y que las sufren por nuestra manera de vivir. Tal vez años y años de educación para la solidaridad y en el desarrollo no habrán servido tanto como una crisis profunda en nuestros países, para explicar por un lado como deben vivir muchos desde hace tiempo (ahora nos lo podemos imaginar mejor), y también para explicar las deficiencias de un sistema económico y político naturalmente imperfecto, pero que nuestro egoísmo aliña dramáticamente; algún día nos tenía que tocar a nosotros …
  2. Las crisis son momentos propicios para cambios, evoluciones o revoluciones. Sin una crisis nada se pone en duda, y si no hay duda de que las cosas no iban bien, no se cambiarán nunca. Es hora de cambios!
  3. Momentos de incertidumbre como el nuestro ayudan a vivir la vida con un desprendimiento hacia lo que es claramente secundario, mientras que nos ayuda a quedarnos sólo con lo verdaderamente absoluto o importante. Cuántas cosas nos sobran? ¿Cuántos postizos llevamos encima? ¿Cuántas necesidades creadas que no aportan casi nada?
  4. Finalmente, desde un punto de vista trascendente, las situaciones de crisis nos proporcionan el momento único de dejarnos en manos de Dios. Este es el verdadero mensaje cristiano. Y para constatar una prueba de este abandonarse en Dios, unas palabras definitivas del que fue Superior General de los jesuitas en la segunda mitad del siglo XX.


Cuando el P. Pedro Arrupe era General de la Compañía de Jesús, en el cambio de los años 60 a 80, vivió muchos momentos de tensiones fuertes y de crisis duras, tanto en la Iglesia, como dentro de la misma Compañía (con el abandono de muchos jesuitas estudiantes y ordenados), y en el entorno social y político del mundo. Llegaron a decirle, medio riéndose, que corría por Roma el rumor de que “un vasco fundó la Compañía de Jesús y otro vasco acabaría con ella …”. Arrupe no se empequeñeció nunca ante estas situaciones difíciles, y seguía fiel a sí mismo, a su fe, ya la institución que acoge su vocación.

Un día, un periodista, en los momentos de máxima tensión eclesial, le preguntó:

- “¿Padre Arrupe, que haría usted si esta situación tan crítica acabara con la Compañía de Jesús?

Y el Padre Arrupe, con toda la calma del mundo, respondió:

- “Mire, sinceramente …, me iría a la capilla, me recogería en oración durante 15 minutos, y al salir volvería a empezar …”.

A veces es esta actitud la que quizá no resuelve directamente una crisis, pero ayuda a seguir caminando con fe, esperanza y amor.

Educar en tiempos de crisis es también no perder nunca esta actitud, este mirar más allá … Y nuestros alumnos tienen que ver en los educadores (sean maestros o padres) qué actitud tomamos para afrontar la situación de crisis en nuestra realidad personal, familiar, laboral y social.

    
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