Discurso de Benedicto XVI a su llegada al aeropuerto Guarulhos, São Paulo

10 de mayo de 2007
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Excelentísimo Señor Presidente de laRepública
Señores Cardenales y Venerados Hermanos en el Episcopado
¡Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo!

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Benedicto XVI a su llegada al aeropuerto Guarulhos, São Paulo

1. Es a mí motivo de particular satisfaccióniniciar mi Visita Pastoral a Brasil y presentar vuestra Excelencia, ensu calidad de Jefe y representante supremo de la grandeNación brasileña, mis agradecimientos por laamable acogida que me fue dispensada. Un agradecimiento que extiendo,con mucho gusto, a los miembros del Gobierno que acompañanVuestra Excelencia, a las personalidades civiles y militaresaquí reunidas y a las autoridades del Estado deSão Paulo. En las palabras de buenas-venidas a mídirigidas, siento resonar, Señor Presidente, lossentimientos de cariño y amor de todo el Pueblobrasileño para con el Sucesor del Apóstol Pedro.

Saludo fraternalmente en el Señor míos queridosHermanos en el Episcopado que aquí vinieron a recibirme ennombre de la Iglesia que está en Brasil. Saludo igualmentelos sacerdotes, los religiosos y las religiosas, los seminaristas y loslaicos comprometidos con la obra de evangelización de laIglesia y con el testimonio de una vida auténticamentecristiana. En fin, dirijo mi afectuoso saludo a todos losbrasileños sin distinción, hombres y mujeres,familias, ancianos, enfermos, joven y niños. A todos digo decorazón: ¡Muchas gracias por vuestra generosahospitalidad!

2. Brasil ocupa un lugar muy especial en el corazón del Papano solamente porque nació cristiano y posee hoy lomás alto número de católicos, perosobretodo porque es una nación rica de potencialidades conuna presencia eclesial que es motivo de alegría y esperanzapara todo el Iglesia. Mi visita, Señor Presidente, tiene unobjetivo que sobrepasa las fronteras nacionales: vengo a presidir, enAparecida, la sesión de apertura de la V Conferencia Generaldel Episcopado Latinoamericano y Caribeño. Por unaprovidencial manifestación de la bondad del Creador, estepaís deberá servir de cuna para las propuestaseclesiales que, Dios quiera, podrán dar un nuevo vigor yempuje misionero a este Continente.

3. En esta área geográfica loscatólicos son la mayoría: esto significa queellos deben aportar de modo particular al servicio de lo biencomún de esta Nación. La solidaridadserá, sin duda, palabra llena de contenido cuando lasfuerzas vivas de la sociedad, cada cual adentro de su propioámbito, si empeñan seriamente para construir unporvenir de paz y de esperanza para todos.

La Iglesia Católica –como puse en evidencia en laEncíclica Dios caritas est– «transformada por lafuerza del Espíritu es llamada para ser, en el mundo,testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad unaúnica familia, en su Filho» (cf. 19). De allí suprofundo compromiso con la misión evangelizadora, a serviciode la causa de la paz y de la justicia. La decisión, portanto, de realizar una Conferencia esencialmente misionera, bienrefleja la preocupación del episcopado, y no menosmía, de buscar caminos adecuados para que, en Jesucristo,los «nuestros pueblos tengan vida», como reza el tema de laConferencia. Con esos sentimientos, quiero mirar másallá de las fronteras de este país y saludartodos los pueblos de América Latina y del Caribe anhelando,con las palabras del Apóstol, «Que la paz estécon todos vosotros que estáis en Cristo» (1Pt 5,14).

4. Soy grato, Señor Presidente, a la Divina Providencia queme concede la gracia de visitar a Brasil, un país de grandetradición católica. Ya tuve la oportunidad dereferir el motivo principal de mi viaje que tiene un alcancelatinoamericano y un carácter esencialmente religioso.
Estoy muy feliz por poder pasar algunos días con losbrasileños. Sé que el alma de este Pueblo, biencomo de todo el de América Latina, conserva valoresradicalmente cristianos que jamás seráncancelados. Y estoy seguro que en Aparecida, durante la ConferenciaGeneral del Episcopado, será reforzada tal identidad, alpromover lo respeto por la vida, desde su concepción hastasu natural declinación, como exigencia propia de lanaturaleza humana; hará también de lapromoción de la persona humana el eje de la solidaridad,especialmente con los pobres y desamparados.

La Iglesia quiere apenas indicar los valores morales de cadasituación y formar los ciudadanos para que puedan decidirconsciente y libremente; en este sentido, no dejará deinsistir en el empeño que deberá ser dado paraasegurar el fortalecimiento de la familia –comocélula madre de la sociedad; de la juventud cuyaformación constituye un factor decisivo para el porvenir deuna Nación– y, finalmente, pero no porúltimo, defendiendo y promoviendo los valores subyacentes entodos los segmentos de la sociedad, especialmente de los pueblosindígenas.

5. Con estos auspicios, al renovar mis agradecimientos por la calurosaacogida que, como Sucesor de Pedro, soy objeto, invoco laprotección materna de Nuestra Señora de laConcepción Aparecida, evocada también comoNuestra Señora de Guadalupe, Patrona de lasAméricas, para que proteja e inspire los gobernantes en laardua tarea de ser promotores del bien común, reforzando loslazos de fraternidad cristiana para el bien de todos sus ciudadanos.¡Dios bendiga América Latina! ¡Diosbendiga Brasil! Muchas gracias.

    

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