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Compartiendo mi experiencia en la frontera sur “Chiapas y Guatemala”

Luz Olivia Ramos Ramírez -

Queridos amigos, les quiero compartir mi experiencia desde la ya famosa frontera de Chiapas y Guatemala, en donde muchos de los migrantes inician su camino a Estados Unidos, teniendo como paso obligatorio, México.

Antes que nada me presento, me llamo Olivia y colaboro en el Departamento de Derechos Humanos de la Casa de la Caridad Cristiana y desde hace aproximadamente tres años, escucho relatos de migrantes, unos buenos, otros malos y muchos otros, desgarradores.

Para ingresar a México desde Guatemala, se puede cruzar por tres fronteras oficiales, una de ellas es la Tecún Umán, del lado Guatemalteco, que colinda con Tapachula Chiapas, y Ciudad Hidalgo, del lado mexicano, es decir, los migrantes cruzan por el río Suchiate, río que separa a los dos países. Desde hace mucho tiempo soñaba con poder estar ahí, con el fin de poder entender mejor este “éxodo” que muchas veces, está plagado de dolor; así es que en febrero de este año decidí emprender una aventura hacia el sur.

El primer punto a donde llegué fue a Tapachula, ahí tuve la fortuna de conocer y hospedarme en la Casa del Migrante, fundada y dirigida por los padres Scalabrinianos que tienen como carisma, precisamente a los migrantes. Este hogar es “su primer respiro” pues ahí encuentran además de alimento, la fortaleza para continuar su largo viaje que apenas inicia. Me tocó ver a migrantes que habían estado en San Luis varias veces y que habían sido deportados, se podrán imaginar su estado de ánimo y no era para menos, algunos ya llevaban hasta tres deportaciones.

También pude conocer el albergue del Buen Pastor, fundado y dirigido por una laica. Este albergue atiende a migrantes que han sufrido alguna amputación, en 17 años han dado atención a más de 5 mil migrantes.

(JPG) Después de estas dos maravillosas experiencias, vino una tercera que realmente me conmovió y es difícil describir lo que sentí, simplemente les puedo decir que pude sentir muy fuerte la presencia de Dios y esta experiencia inicio desde que crucé el río Suchiate, claro, de forma documentada, me sellaron mi pasaporte y en unos segundos, “YA ESTABA EN GUATEMALA, ESTABA CUMPLIENDO UN SUEÑO”. En cuanto cruzas, se acercan unos señores para ofrecerte transporte el cual consiste en un triciclo, la primera recomendación que me hicieron es que tuviera cuidado porque generalmente estafaban a los extranjeros, pero al no conocer el domicilio a dónde iba, opté por utilizar ese servicio, además quería saber qué se sentía al viajar así; le pregunté por el precio y me dijo que el lugar a donde iba estaba muy lejos y que entonces me cobraría determinada cantidad y pues sin regatear, me subí a la bicicleta pero mi sorpresa fue que en 5 ó 6 minutos ya estaba en el lugar, le pagué pensando que era los justo y al platicar con las personas que me recibieron, me dijeron que me había cobrado 6 veces más de lo que cobran.

Y bueno pues este lugar es otro albergue para migrantes, también de los Scalabrinianos y además de que la casa es verdaderamente bonita, se respira algo diferente y lo podría definir como el “inicio de la carrera” para los Guatemaltecos, pero para los que vienen desde más arriba, ya empieza a representar el “cada vez me alejo más de mi país”. El pueblo de Tecún Umán tiene todo el tinte de un pueblo de México, es pintoresco, hace mucho calor y la comida también es muy semejante pero tiene algo que tal vez no tiene otros pueblos de México o al menos no tan acentuado: hay mucha pobreza espiritual, tráfico de personas, tráfico de drogas, prostitución y además, hay una fuerte influencia de sectas religiosas que se ganan la fe de las personas a base de cosas materiales como despensas, ropa etc.

Además, dentro del río Suchiate hay un tráfico muy importante de mercancía (propiamente abarrotes) que ingresa de forma ilegal de México a Guatemala. Con todo lo que observé pude sentir que es un pueblo “sin leyes” en donde todo mundo hace su agosto, con los migrantes desde los señores con los triciclos, los señores con las lanchas, hasta las autoridades que les ofrecen credenciales de elector con la promesa de que así, podrán pasar como mexicanos.

Estando afuera de una tienda, oí que gritaban, “licenciada, licenciada”, cuatro o cinco veces, y me extrañó que nadie respondiera en eso, a lo lejos, un joven me dice “ya no me quiere hablar verdad” y cuál fue mi extrañeza al ver que me hablaba a mí y sí, era un joven migrante del Salvador que hace como dos años había estado en la Casa de la Caridad pero estaba irreconocible y además, quien iba a imaginar ¡que alguien en Guatemala me conocería!, estaba prácticamente esquelético y me dijo: “licenciada, míreme”, y se alzó la blusa, estaba lleno de manchas negras y amarillas, algunas tenían pus, las tenía tanto en el estómago como de los brazos y cuello y también me dijo, no le diga a nadie que me vio pues me da vergüenza y le dije por qué, y me respondió “porqué tengo sida”, por algunos segundo no supe que responderle, solamente le dije “Dios así te quiere” y en ese momento me puse a reflexionar cuántos migrantes no terminarán su éxodo enfermos, solos y lejos de su familia, él se veía realmente mal y le dije que porqué no se iba a su país y me respondió “para qué, si ya me voy a morir y además, no quiero que mi mamá se entere”.

Otro día, estando ya en Tapachula, decidí regresar a Guatemala a comprar algunos regalos para mi familia e ingresé por otra entrada, por supuesto, de forma legal, estuve aproximadamente tres horas y al salir y pasar la migración de Guatemala, un oficial de migración me dijo que no podía salir porque había entrado de forma indocumentada, le dije que no era cierto y le mostré mi pasaporte con el sello de entrada y me dijo que no, que faltaba otro sello y le preguntó a otro oficial y manifestó lo mismo, a su vez llamaron a un tercer oficial y me dijeron que para salir, tenía que pagar una cantidad determinada que correspondía a $1,500.00 pesos mexicanos aproximadamente, y que si no los pagaba, me podían detener y lo único que se me ocurrió decirles en ese momento es que había estado en la casa de los Scalabrianianos tanto en Tapachula como en Tecún Umán y bastó mencionarles esto para que me preguntaran si era voluntaria, les dije que no pero que los conocía muy bien y en ese momento me dijeron “usted disculpe, esperamos que vuelva pronto a Guatemala” y me pusieron el sello de salida. Reaccionaron así ya que le tienen mucho respeto a esta Congregación ya que desde hace mucho tiempo se han dedicado a denunciar las injusticias que viven los migrantes en esa frontera.

Finalmente les comparto que estando en Guatemala, crucé tres veces de forma ilegal a México, es decir, salí por lancha (cámara con tablas) y entré por lancha (claro, pagando la respetiva cuota que te cobran los señores de las lanchas) y saben, mi sensación fue de aventura, de querer vivir esta experiencia pero la sensación de un migrante, cada vez que entra a un país sin documentos, seguramente es de mucho miedo porque no sabe si va a ser estafado, asaltado o deportado y de dolor pues una frontera, “también marca la separación de una familia”. Al final de esta experiencia agradecí a nuestro Señor, no sólo la aventura sino haber caminado por donde caminan los migrantes quienes a su paso, van dejando huellas, huellas de un Cristo Migrante que algún día, también tuvo que dejar su patria....

A TODOS LOS MIGRANTES, REFUGIADOS Y ASILADOS EN EL MUNDO, NO DESISTAN, CRISTO MIGRANTE ESTÁ CAMINANDO A SU LADO...

Lic. Luz Olivia Ramos Ramírez
Departamento de Derechos Humanos
Caritas A.C
Casa de la Caridad Cristina Cristiana, México
21 de diciembre de 2007

    
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