Celebrando las bodas de oro

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Los tinerfeños, cuando cantan al volcán de su isla, al Teide, dicen de él que tiene mucha nieve en el semblante y fuego en el corazón. ¿A quién no le gustaría ser "teide" a medida que sus cumbres se van poniendo blancas con el paso del tiempo? El rescoldo manifestaría que la ilusión está viva y joven. Que no se ha apagado con el paso del tiempo. Que, si el pasado volviera, se volvería a elegir a la misma persona para hacer el proyecto de vida en común. Lo que pasa es que para hacer real este sueño hay que trabajar día a día la relación.

Mis queridos amigos:

No os podéis imaginar la pena que me causa no poder estar este día para celebrar con vosotros las bodas de oro de vuestro compromiso matrimonial. Y, ya que no voy a estar, me quiero hacer presente, de alguna manera, con esta carta.

Ante todo os quiero felicitar en vuestro aniversario. Cincuenta años no se cumplen más que una vez. Pero lo que se vive ahora es el fruto de lo que se ha vivido a lo largo del tiempo. Vosotros habéis sido fuente de felicidad el uno para el otro. Sabéis lo que significa haceros felices. Por eso, al felicitaros quisiera que tuviérais la memoria fresca y que hiciérais balance de lo que ha sido vuestra vida en común.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. A pesar de que la vida os ha probado con sus dificultades, no ha sido capaz de venceros en el obstinado proyecto de hacer del amor vuestra razón de vivir. Os habéis querido a vuestra manera y desde vuestro estilo peculiar, y, desde ese amor, habéis vivido en las alegrías y las penas, en la salud y en la enfermedad, en los momentos fáciles y en los difíciles. Vuestro amor ha sido fecundo. Vuestros hijos son el fruto de la historia de vuestro amor. Ellos han aprendido a vuestro lado que la vida vale la pena de ser vivida. Que el amor vale la pena. También quienes de ellos se han casado han intentado poner sus hogares bajo el signo del amor, haciendo posible que en vuestra ancianidad podáis ver que en los nietos y nietas se va prolongando la historia de lo que un día decidísteis los dos.

Hoy estaréis rodeados de amigos también. De amigos personales vuestros y de amigos que os han conocido a través de quienes os quieren. El cariño es siempre un regalo. Pero el que yo os tengo es también respuesta a lo que de vosotros he recibido. Vuestra casa ha estado siempre abierta y dispuesta a la acogida. Entre bromas y entre momentos serios he podido percibir vuestra sencillez llena de ternura. A vuestro lado he descubierto que sin tener casi nada lo habéis dado todo. Os habéis desvivido por los vuestros y por aquellos a quienes ellos querían.

Si donde hay amor allí está Dios, vuestra casa es una pequeña iglesia donde Dios está en bata y zapatillas. Sólo hay que tener ojos para ver y oídos para oír. Yo los quisiera tener para que no se me escapara ningún detalle de su presencia.

Podéis estar satisfechos. Habéis cumplido vuestra misión con creces. Y todavía os quedan muchas cosas que vivir y mucha tarea por hacer. Lo mismo que a nosotros nos queda mucho que aprender de vosotros.

Os quiero mucho y brindo por vosotros al desearos la felicidad para el futuro.

Un fuerte abrazo