Bicentenario del Nacimiento de San Antonio María Claret

23 de octubre de 2007
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Todos los años, el 24 de Octubre, la liturgia de la Iglesia celebra la Memoria de San Antonio María Claret. Para los que día a día vamos tejiendo esta página de ciudadredonda.org siempre es una fecha con significado especial: somos claretianos, sacerdotes y laicos, empeñados la tarea misionera a través de Internet, unidos por el carisma de San Antonio María Claret. Este año es especial, pues celebramos el Bicentenario de su Nacimiento. Por eso, os invitamos a celebrarlo con nosotros, escuchando estas palabras de Mons. Pedro Casaldáliga, misionero claretiano, y leyendo la breve reseña biográfica que trascribimos a continuación.

  


BIOGRAFIA DE SAN ANTONIO MARÍA CLARET

Antonio Claret nace en Sallent (Barcelona), a unos 15 kms de Manresa, en 1807, en el seno de una familia profundamente cristiana, dedicada a la fabricación textil.

La infancia del santo no transcurrió con total tranquilidad. La guerra napoleónica, la influencia de las ideas de la revolución francesa, el juramento de la Constitución de 1812, y las tensiones entre absolutistas y liberales marcaron de alguna manera la vida del santo.

A los doce años, su padre le pone a trabajar en el telar familiar. Reconociendo su habilidad para la fabricación, va a Barcelona para perfeccionarse en el arte textil. Se dedica con verdadera pasión al trabajo; vivía para él día y noche. Sus oraciones, en cambio, no eran tantas ni tan fervorosas, aunque no deja la misa dominical ni el rezo del rosario. Poco a poco se le va olvidando el deseo infantil de ser sacerdote, pero Dios le iba dirigiendo según sus planes. Unos duros desengaños, y sobre todo la palabra del Evangelio ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo si al final pierde su vida?, sacuden su conciencia. A pesar de las ofertas para montar su propia fábrica, se niega a satisfacer el deseo de su padre y decide ser cartujo.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. A los 22 años ingresa en el seminario de Vic, sin perder de vista su intención de ser monje cartujo. Cuando se dirige a la Cartuja de Montealegre, al año siguiente, una tormenta le obliga a retroceder y su sueño de vida retirada empieza a desvanecerse. Prosigue sus estudios seminarísticos en Vic. Sufre una fuerte tentación contra la castidad, en la que reconoce la intercesión maternal de la Virgen María en su favor y sobre todo la voluntad de Dios, que le quiere misionero, evangelizador.

Aunque no había concluido los estudios teológicos, el 13 de junio de 1835 recibe la ordenación sacerdotal porque su obispo veía en él algo extraordinario. Queda encargado de su parroquia natal, Sallent. Pero la parroquia no era lo suyo. Siente, cada vez con más fuerza, que el Señor lo llama a evangelizar. La situación política en Cataluña, dividida por la guerra civil entre liberales y carlistas, y la de la Iglesia, sometida a la desconfianza de los gobernantes, no dejaba otra solución que la de salir de su patria y ofrecerse a Propaganda Fide, encargada entonces de toda la obra de evangelización de cualquier tipo.

Tras un viaje lleno de peligros, llegó a Roma. Aprovechó unos días que tenía libres para hacer ejercicios espirituales en la casa del Gesù de los Jesuitas. Su director le animó a solicitar el ingreso en la Compañía de Jesús. En el noviciado intensificó su voluntad de darse al servicio apostólico, y aprendió a dar ejercicios espirituales, el método de predicar, catequizar y confesar con gran utilidad y provecho. A principios de 1840, a los cuatro meses de haber comenzado el noviciado, se ve aquejado de un dolor intenso en la pierna derecha que le impide caminar. La mano de Dios se hace sentir. El P. General de los jesuitas le dijo con resolución: Es la voluntad de Dios que Usted vaya pronto a España; no tenga miedo; ánimo.

De nuevo en Cataluña, se le confía la parroquia de Viladrau. Al estar ésta bien atendida, puede desplazarse para dar misiones y ejercicios en poblaciones cercanas. Su obispo, conocedor de la vocación claretiana y de los frutos de su predicación, le deja libre de toda atadura parroquial para poder evangelizar de pueblo en pueblo. Claret se sabía y se sentía colaborador nato de su obispo; quiso que fuera él quien le enviara a predicar no sólo para liberarse de los compromisos en que pudieran ponerle los párrocos, sino también por sentido de envío y de obediencia. Por el deseo de comunión con la Jerarquía y por las facultades que comportaba, solicitó a Propaganda Fide el título de "Misionero Apostólico", que él llenó de contenido espiritual y apostólico.
Recorrió prácticamente toda Cataluña de 1843 a 1847, predicando la Palabra de Dios, siempre a pie, sin aceptar dinero ni regalos por su ministerio. Le movía a ello la imitación de Jesucristo. A pesar de su neutralidad política, pronto iba a sufrir persecuciones por parte de los gobernantes, y calumnias de quienes combatían la fe.

Pero San Antonio María Claret no iba a ser sólo predicador incansable de misiones al pueblo y de ejercicios a sacerdotes y religiosas. Pronto va descubriendo otros medios de apostolado más eficaces. Muy pronto se dio cuenta del ansia de buena parte de la población por la lectura, del efecto que causaba la propaganda anticatólica y de que la palabra escrita permanece y llega incluso a más gente que la hablada. Publicó devocionarios, pequeños opúsculos dirigidos a sacerdotes, religiosas, niños, jóvenes, casadas, padres de familia… Y fundó la Librería Religiosa en 1848 con el objeto de recaudar fondos y publicar y difundir obras buenas. Entre 1848 y 1866, la Librería Religiosa había lanzado 2.811.000 ejemplares de libros, 2.059.500 opúsculos y 4.249.200 hojas volantes.

Como medio eficaz de perseverancia y progreso en la vida cristiana funda o potencia Cofradías: la del Inmaculado Corazón de María, la Pía Unión de oraciones, o la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María. Ésta fue el anticipo de las "religiosas en sus casas" o "hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María", que con el tiempo llegará a ser el Instituto Secular "Filiación Cordimariana". En sus reglas, a las mujeres que quisieran consagrarse a Cristo con amor virginal, sin salir de sus casas y de sus familias, el Padre Claret proponía una regla de vida y una espiritualidad.

Al serle imposible predicar en Cataluña por la rebelión armada, su obispo lo envió a las Canarias. De febrero de 1848 a mayo de 1849 recorrió las islas. Pronto y familiarmente se le comenzó a llamar "el Padrito". Tan popular se hizo que es copatrono de la diócesis de las Palmas con la Virgen del Pino.
De vuelta ya en Cataluña, el 16 de julio de 1849, funda en una celda del seminario de Vic la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. La gran obra de Claret comienza humildemente con cinco sacerdotes dotados del mismo espíritu que el Fundador. A los pocos días, el 11 de agosto, comunican a Mossen Claret su nombramiento como Arzobispo de Cuba. A pesar de su resistencia y sus objeciones a cuenta de la Librería Religiosa y la recién fundada Congregación de Misioneros, hubo de aceptar ese cargo por obediencia y fue consagrado en Vic el 6 de octubre de 1850.

La situación en la isla de Cuba es deplorable: explotación y esclavitud, inmoralidad pública, inseguridad familiar, desafecto a la Iglesia y sobre todo progresiva descristianización. Nada más llegar comprende que lo más necesario es emprender un trabajo de renovación en la vida cristiana y promueve una serie de campañas misioneras, en las que participa él mismo, para llevar la Palabra de Dios a todos los poblados. Dio a su ministerio episcopal una interpretación misionera. En seis años recorrió tres veces toda su diócesis. Se preocupó de la renovación espiritual y pastoral del clero y la fundación de comunidades religiosas. Para la educación de la juventud y el cuidado de las instituciones asistenciales logró que los Escolapios, los Jesuitas y las Hijas de la Caridad establecieran comunidades en Cuba; con la M. Antonia París fundó las Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas el 27 de agosto de 1855. Luchó contra la esclavitud;, creó una Granja-escuela para los niños pobres, puso una Caja de Ahorros con marcado carácter social, fundó bibliotecas populares. Tanta y tan diversa actividad le supone enfrentamientos, calumnias, persecuciones y atentados. El sufrido en Holguín (1 febrero 1856) casi le cuesta la vida, aunque le hace derramar su sangre por Cristo.

La Reina Isabel II lo elige personalmente como su Confesor en 1857 y se ve obligado a trasladarse a Madrid. Debe acudir semanalmente al menos a la Corte a ejercer su ministerio de confesor y a cuidarse de la educación cristiana del príncioe Alfonso y de las infantas. Debido a su influencia espiritual y a su firmeza, poco a poco va cambiando la situación religiosa y moral de la Corte. Vive austera y pobremente.

Los ministerios de palacio no llenan ni el tiempo ni el espíritu apostólico de monseñor Claret: ejerce una intensa actividad en la ciudad: predica y confiesa, escribe libros, visita cárceles y hospitales. Aprovecha los viajes con los Reyes por España para predicar por todas partes. Promueve la Academia de San Miguel, un proyecto en el que pretende aglutinar a intelectuales y artistas para que "se asocien para fomentar las ciencias y las artes bajo el aspecto religioso, aunar sus esfuerzos para combatir los errores, propagar los buenos libros y con ellos las buenas doctrinas".
La Reina le nombra protector de la iglesia y del hospital de Montserrat de Madrid, y en 1859 Presidente de El Escorial. Su gestión no puede ser más eficaz y más amplia: restauración del edificio, equipamiento de la iglesia, establecimiento de una comunidad y un seminario.

Una de sus mayores preocupaciones será dotar a España de obispos celosos y proteger e impulsar la vida consagrada, especialmente la de los Institutos fundados por él, los Misioneros y las Religiosas de María Inmaculada, o por otros. Alienta y orienta a Joaquín Masmitjá, fundador de las Misioneras del Corazón de María; a Marcos y Gertrudis Castanyer, fundadores de las Religiosas Filipenses; a Santa María Josefa del Sdo. Corazón, fundadora de las Siervas de Jesús; al P. Tous, cofundador con la beata Ana Mogas de las Franciscanas Misioneras de la Divina Pastora. Asesora a Esperanza González en la fundación de las Esclavas del Corazón de María. Es íntimo amigo del beato Francisco Coll, fundador de las Dominicas de la Anunciata. Se ocupa mucho del Instituto fundado por Santa Joaquina de Vedruna, las Carmelitas de la Caridad. Mantiene una íntima relación con Santa María Micaela del Smo. Sacramento en la dirección espiritual, que influye tanto en uno como en otra.
Mantiene celosamente su independencia y neutralidad política siempre, lo que le acarrea múltiples enemistades. Se convierte en el blanco del odio y venganza de muchos: "Yo he callado, he sufrido y me he alegrado en el Señor porque me ha brindado un sorbito del cáliz de su pasión, y a los calumniadores les he encomendado a Dios, después de haberles perdonado y amado con todo mi corazón", confiesa. Su unión con Jesucristo alcanza un punto álgido en la gracia de la conservación de las especies sacramentales otorgado en La Granja de Segovia el 26 de agosto de 1861.

A raíz de la revolución de septiembre de 1868 parte con la Reina hacia el exilio.

Para la celebración de las bodas de oro sacerdotales del Papa Pío IX va a Roma. Participa en la preparación del Concilio Vaticano I. Al concluir las sesiones, con la salud ya muy quebrantada y presumiendo próxima su muerte, se traslada a la comunidad que sus Misioneros tienen en Prades (Francia). Hasta ahí llegan sus perseguidores, que pretenden apresarle y llevarlo a España para juzgarlo y condenarlo. Debe huir como un delincuente y refugiarse en el monasterio cisterciense de Fontfroide, donde a los 63 años, rodeado del afecto de los monjes y de algunos de sus misioneros, fallece el 24 de octubre de 1870.
Sus restos mortales se trasladaron a Vic en 1897. Es beatificado por Pío XI el 25 de febrero de 1934. Pío XII lo canoniza el 7 de mayo de 1950.

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