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APRENDER ORANDO

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"El Reino de los Cielos se parece a un hombre que encontró un tesoro", decía Jesús. Cuántas veces he imaginado la historia de ese hombre que tenia arrendado ese campo hacía años, iba allí cada día y lo trabajaba, sembraba la simiente, arrancaba las malas hierbas y luego se sentaba en alguna sombra y enjugaba su sudor. Le era tan familiar aquella tierra, tenía tan poco misterio para él aquel paisaje áspero hecho de sol y viento, de piedras y surcos...

Y de pronto un día, inesperadamente, cuando cavaba hondo para arrancar una raíz profunda, el asombro,. la sorpresa, el deslumbramiento; aquel tesoro llevaba años junto a él y ¡no lo sabía!

Algo parecido nos puede ocurrir con la oración: hemos sentido su llamada, lo hemos intentado muchas veces y quizás nos hemos desanimado. "Es difícil", "no sé cómo hacer", "no tengo tiempo", "no encuentro el lugar tranquilo", "no consigo concentrarme"...

Y es que buscamos tesoros lejos de nuestro campo, lejos de nuestra vida. No acabamos de creer que el tesoro está ahí, en el fondo de nuestro ser, que estamos "habitados por la oración" y que bastaría templar nuestros sentidos, como las cuerdas de una guitarra, para empezar a sentir su rumor.

Buscamos en los libros cómo aprender a orar, lo consideramos un "asignatura difícil del cristianismo" y olvidamos lo más sencillo, lo más original: que la oración es, ante todo, un ENCUENTRO de persona a persona y que nos bastaría revivir cualquiera de nuestras experiencias profundas de relación para saber cómo orar.

Un encuentro está hecho de deseo y palabra, y eso si es nuestra tierra, de eso si sabemos, eso está a nuestro alcance. Aquel que es un "experto en humanidad", aquel que sabe mirar, sentir, callar, decir, escuchar, ése es el que puede ser "experto en oración".

A.- LOS DOS PUNTOS DE PARTIDA

1. Ya sabes orar

Tú sabes orar mejor de lo que piensas. Y a orar se aprende orando, como a nadar. Por eso, lo mejor es que desde este momento tomes una ACTITUD ACTIVA y POSITIVA y te pongas a orar ahora mismo.

2. Tienes un buen maestro

Cuando uno hace oración se siente muy ayudado desde dentro y aprende rápidamente. Inventa técnicas, métodos y profundidades. Alguien trabaja desde dentro de nosotros. Trabaja fuerte. El es el verdadero Maestro. Los demás deberíamos tener claro que, como mucho, somos copilotos que acompañamos al aprendiz. El aprendiz conduce, no el copiloto, como ocurre por desgracia en estas tareas; sugiere, avisa. Y, por supuesto, hace todo esto, desde la práctica del otro, que hará muchas invenciones en su proceso sin que nadie se lo diga. Detrás de estas invenciones está el OTRO, el verdadero Maestro, Jesús en la fuerza de su Espíritu. El Maestro -acompañante...etc como lo quieras llamarlo está capacitado para ejercer ese oficio.

3. Moraleja

Si todavía nos has empezado en serio a orar, ¿cómo vas a avanzar. No caigas en el peligro de leer y leer cosas sin practicar. Con ello se saben muchas cosas en la cabeza, pero no en el corazón. Estos talleres de oración no son para saber más cosas de oración, sino para ponerlas en práctica. Eso es lo que haremos.

B.-DISCIPLINAR LA VIDA

La disciplina es antipática. Actualmente resulta antipática hasta la palabra. El que quiere ser complaciente o "populista" no la usa o la usa lo menos posible. El hecho es que en la vida actual la gente vive de una manera muy rara. Durante 5 días aprietan todo el trabajo, actividades y compromisos de la semana: el fin de semana, no se hace nada. Durante 9 meses aprietan todo el trabajo, actividades y compromisos del año: de los 3 meses restantes , en dos no se hace nada fuera del trabajo obligado; y en el mes de vacación,pues vacación general viven entre la apretada disciplina que impone la empresa moderna y la indisciplina a la que se entregan cuando se libran de su control. En los días hábiles se anda agobiado y no hay tiempo de orar. En los días inhábiles, no hay ni ganas. No tenemos disciplina personal; nos disciplinan desde fuera a cachos; lo cual no es poca desgracia

La primera pedagogía para aprender a orar es disciplinar la propia vida. Se repite una y otra vez que la disciplina no es el primer valor ni siquiera el segundo. Pero es un condicionante, no sólo de la oración, sino también del compromiso apostólico, social...O nos disciplinamos, o no tenemos ni tiempo ni ganas.

Por otra parte, la disciplina no es una exigencia exterior. Es una necesidad interior del que desea amar a Dios y al prójimo. Es una PEDAGOGÍA DE AMOR. Dios es como una central eléctrica que produce y da energía incesantemente; pero el que no tiene una mínima instalación -cables, enchufes, bombillas, calentadores- no recoge esa energía. Esa instalación personal mínima es la disciplina. Nos disciplinamos por amor y para el amor.

Podrían aducirse muchos testimonios como el siguiente: Desde que hago oración diaria, estoy creciendo. Algo cambia dentro de mí, algunos lo han notado y me lo han dicho. Este milagro ocurre desde que he elegido la mañana para hacer oración. Me gusta más el anochecer; pero a esa hora hay demasiados obstáculos en casa y algunos días tengo reuniones.

No vale la pena responder con detenimiento a determinadas objeciones como la apetencia, los estados de ánimo o los tiempos especiales. Con tales presupuestos no se llega lejos. El que ora cuando le apetece, que se despida de aprender a orar. El que espera tiempos o estados de animo especiales, que se resigne a ser un ANÉMICO ESPIRITUAL.     
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