Al despertar …

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.El hombre sólo se puede comprender a partir de Dios, y sólo viviendo en relación con Dios, su vida será verdadera. () Puesto que ser hombre significa esencialmente relación con Dios, está claro que incluye también el hablar con Dios y el escuchar a Dios”. (Joseph Ratzinger)

Ignorando nuestra naturaleza profunda, no caemos en la cuenta de que todos somos místicos de nacimiento. Todos, de alguna manera, somos llevados, aun en nuestra inconsciencia, por una nostalgia fundamental, inevitable: Dios. La nostalgia del salmo: —Tu rostro buscaré, Señor— (Sal 67,2; 102,3; 143,7). Llega un tiempo en que la tan sabida exclamación de san Agustín: —Nos hiciste, Señor, para ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en ti—, comienza a ser un anuncio del acontecimiento de la parturienta que rompe aguas… Y lo vivimos como una experiencia personal. La Iglesia, el mundo, buscan ‘dar a luz’. Y de esa nostalgia fundamental vivimos…

Rilke, el poeta, vivió muchos años en París. En compañía de una amiga francesa iba todos los días a la universidad por una calle muy frecuentada. En un rincón encontraba sin falta a una mendiga. La viejecita, como una estatua, inmóvil, tendida la mano, fijos los ojos en el suelo. Rilke nunca le daba nada. La amiga extrañada le preguntó por qué nunca la daba nada. —«Creo que hemos de darle algo a su corazón, no a sus manos», respondió el poeta. Al día siguiente, Rilke llevó una espléndida rosa entreabierta, la puso en la mano de la mendiga e hizo ademán de continuar. Entonces sucedió algo: la mendiga alzó los ojos, miró al poeta, se levantó del suelo con mucho trabajo, tomó la mano del hombre y la besó. Se fue, estrechando la rosa contra su pecho. Nadie la volvió a ver durante toda la semana. Ocho días después apareció de nuevo sentada en el mismo rincón, inmóvil, silenciosa como siempre. La joven acompañante del poeta se preguntó:

—¿De qué habrá vivido esta mujer en estos días en que no recibió nada? —¡De la rosa!, respondió el poeta.

Y nosotros, de la fe y de la nostalgia de verlo ¡de una vez…!

    

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